El despilfarro de alimentos implica tirar a la basura todos los recursos utilizados para su producción. Así, se dedican 1.400 M ha a producir alimentos que nunca alimentarán a nadie, 250 km3 de agua dulce (el consumo de agua de todos los hogares del mundo), millones de barriles de petróleo y que generan 3.300 M Tm de CO2 (el tercer emisor tras EEUU y China).
Actualmente el sector agroalimentario se encuentra en una encrucijada. Se le exige que produzca más cantidad para atender una demanda creciente, empleando menos insumos (suelo, agua, fertilizantes, fitosanitarios, energía, ayudas, etc…), con menores impactos y precios.
Ante estas exigencias, el productor se ve obligado a intensificar su producción, incrementando las dosis de insumos o adquiriendo costosas tecnologías que, si bien permiten producir algo más, habitualmente incrementan los costes de producción y reducen los márgenes de cada unidad producida.
Esta intensificación presiona a estos recursos escasos y cada vez más caros, incrementa los problemas medioambientales (erosión del suelo, contaminación de aguas o emisión de GEIs) y pone en riesgo la producción en el futuro, incluso a corto plazo. Es más si dejáramos de producir lo que se tira, el sector lograría los aparentemente “inalcanzables” objetivos de sostenibilidad que plantea la estrategia “Del Campo a la Mesa”.
El sistema alimentario basa su eficacia (que no su eficiencia) en un volumen de producción abundante, al menor coste posible y en un precio barato para el consumidor. Todo ello presiona al productor, que se ve obligado a reducir su renta si quiere ser competitivo. En demasiadas ocasiones, aboca al abandono de la producción, con las nefastas consecuencias que acarrea.
El despilfarro de alimentos también implica el desprecio del trabajo del productor (algo que debería doler a cualquier profesional) y del propio alimento.
En definitiva, toda esta dinámica no beneficia al productor. Quizá haya otros que ganen con la sobreoferta que presiona los precios, con la venta de más insumos o la especulación de los alimentos rebajados a “commodities” en las bolsas de futuros.