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“Lo que quiero es que la gente coma ecológico en el día a día”

Debosc es un proyecto de Agroecología Consciente. Y son Núria y Toni quienes se encargan de llevar esa filosofía y valores a la práctica: la cría de pollos ecológicos en el bosque, en las montañas de Odèn (Lleida), en un entorno idílico que miman con cuidado produciendo así alimentos saludables y de calidad, que comercializan localmente y, a su vez, dan vida al entorno rural que cada vez está más necesitado, sobre todo de iniciativas como la suya.

Todo empezó en 2006, cuando Núria conoció a una chica con un huerto en la montaña. “No tenía ni idea pero me gustó el contacto con la tierra”. Y buscó su propio huertecito para seguir aprendiendo. Núria es delineante de construcción, estudió relaciones laborales, turismo, trabajaba como ejecutiva… Por la mañana, “con tacones”, por la tarde “las botas y feliz al huerto”. “Sentí que necesitaba un cambio de rumbo y así hice.” Dejó su trabajo para cursar el Grado superior de Agricultura y Ganadería de la Escola Agrària del Solsonès. “Esta fue la 1ª vez en mi vida que dije ¡por fin he encontrado lo que me gusta!”. Al terminar, hizo prácticas en dos “granja-escuela”, donde comenzó a aprender sobre la cría de pollos ecológicos. “Me chiflaban las labores de mantenimiento, la incubadora, conocer las razas… Fue mi jefa quien me regaló mi primer rebaño y ahí comenzó la aventura”. Por iniciativa propia, se formó en el cultivo de Plantas Aromáticas y Medicinales (PAM) y “hacía remedios, ungüentos, jabones…”. Conoció entonces a Toni, “que hacía huerta ecológica en Odèn. Coincidíamos en todo. Y me fui a vivir allí con él”.

Tuvieron un niño, Roc, y tras dos años combinando la maternidad con la elaboración de remedios, “me planteé si podía ganarme la vida así y valoré las dificultades. Eran muchas en cuanto a normativa y sobre todo, costoso: si tenía que cambiar el modo de producción para amortizar las inversiones, dejaría de ser artesanía”. La posibilidad de obtener la ayuda de incorporación de jóvenes agricultores le hizo dar el paso: “Los pollos me apasionaban – de hecho, la llamaban la “friki de los pollos” – y tenía clarísimo que los iba a criar en el bosque. Había visto otras granjas de pollos eco y no me gustaban. Por ejemplo, el patio al que salen no tiene comparación con el entorno del bosque: corretean bajo los árboles y arbustos en busca de insectos, semillas, de sombra… Esto va un paso más allá del sello ecológico.

Núria estudió concienzudamente la elección de la raza, mirando los números y también observando el comportamiento de los animales: “Quería la raza autóctona del Penedés, me gusta su carácter, pero cuando haces números, no sale rentable (son 5/6 meses de vida y su carne necesita de largos cocinados). Y yo lo que quiero es que la gente pueda comer ecológico del día a día”. Tras sus “experimentos” cuenta con 3 razas, híbridas, y parece que la combinación funciona: los Label, “típicos marrones, con un carácter menos salvaje y de comer mucho pienso”, junto con unos blancos y negros y otros negros, “que no se hacen tan grandes pero aprovechan el bosque al máximo y han conseguido incentivar a los marrones a irse al bosque”. 

Cuando nacen los pollos “pasan un mes en el nido, con las condiciones de humedad y temperatura controladas, hasta que echan la pluma. Les voy habituando al cambio de temperatura y cuando los saco al bosque, los 3/4 primeros días no les dejo salir de sus casetas. Así, entienden que es su hogar. Cuando les abro, progresivamente, no se quedan por el bosque, vuelven a casa. Y así hacen cada día al anochecer”. Destaca también que “no utilizamos ningún medicamento, sólo tratamos con PAM”. Y continúa: “el gran inconveniente que encontramos es que no hay matadero a nivel comarcal y tengo que cruzar dos comarcas hasta llegar”. Con todos los viajes de ida y vuelta, son más de 600 km, y ello sin contar con otras dificultades como “el camino forestal que lleva a mi casa, está fatal. Cuando cargamos los pollos, cualquier bache puede ser un golpe y al pollo le sale un morado. Evidentemente, eso no lo puedo vender”. 

En cuanto a la comercialización, sirven a “carnicerías principalmente y algunas cooperativas de consumo. Los restaurantes se han parado con el COVID. También algún particular aunque no es nuestro público objetivo, intentamos que vayan a las carnicerías”. Y es que aunque cueste un esfuerzo extra, son de los que reivindican la profesión de carniceros y carniceras junto al consumo ecológico y local: “Yo lo que quiero es criar pollos. Igual que yo lo hago con dedicación, la carnicera también hace su oficio con profesionalidad. Me han llamado para servir a supermercados pero no quiero. Prefiero que si alguien quiere mi pollo, vaya a la carnicería del barrio, conozca al carnicero y me conozca a mi”. Y es que, tal y como se define su proyecto de Agroecología consciente, “detrás de cada alimento hay unos valores”: salud, bienestar animal, gestión del territorio y consumo responsable “mientras dejas la mínima huella posible”.



REVISTA AE 43. “ECOFEMINISMOS DESDE LA AGROECOLOGÍA”.

INVIERNO 2021.

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