Sí, al igual que ocurre en todos los movimientos sociales ocurre en el ecofeminismo. Considero que, a pesar de las diversas perspectivas, debemos pasar por el respeto mutuo, siempre atendiendo a la realidad de cada una, y hacer frente común contra las injusticias mayoritarias.
Algo que más me chirría como activista por la soberanía alimentaria y la agroecología es cómo determinadas actitudes de antropomorfización de los animales, que además suelen venir de contextos urbanitas o distantes, hacen juicios de valor (y, a veces, por desgracia son bastante agresivos) respecto a compañeras pastoras, ganaderas… Evidentemente, cada persona puede llevar los hábitos que quiera pero, desde luego, estos enfrentamientos sobran y hacen un flaco favor al movimiento.
Los movimientos feministas se han caracterizado por ser capaces de mantener debates intensos entorno a determinados puntos y aún así, no dividirse. Ahora que hemos alcanzado uno de los mejores momentos del movimiento, toca ser estratégicas y cuidarnos entre nosotras. Como decía Donna Haraway, todo conocimiento está situado, así que cada una evaluamos y tomamos decisiones desde nuestro contexto. Es ahí donde cada una toma sus propias decisiones pero igual, hay que pensar que no es útil ni cuidadoso juzgar a las demás compañeras. Por eso considero que es interesante mantener y tener debates, pero debemos ser conscientes que a veces se confunden conceptos y se están mezclando debates ético-morales en los que cabe cualquier opinión. Y por otro lado, debemos reconocer que hay temas menos debatibles, como las evidencias de las investigaciones científicas, por ejemplo, sobre las funciones y los servicios ecosistémicos de la ganadería extensiva en determinados contextos.
Por último, creo que hay discursos dentro de algunos feminismos, que se olvidan de las diferentes formas de colonialidad: durante la cumbre social internacional asociada a la COP25 vimos como mujeres blancas urbanas locales trataban de excluir discursos relacionados con la ganadería extensiva, de la que viven cientos de miles de personas en el mundo cuyo estilo de vida está mucho más acoplado a la naturaleza e impacta menos en el cambio climático que el nuestro. En mi opinión, el ecofeminismo debe ser también decolonial e interseccional. ■