Antoni Noguera, socio de APAEMA, es el ejemplo de un proyecto ecológico maduro. Recuperó la profesión de los abuelos, y volvió al campo para dedicarse a la producción ecológica. Desde el principio apostó por ella y la vida lo llevó a dedicarse a la cría de cerdos. Lo que empezó con unas matanzas, acabó fundando una de las empresas de sobrasada más conocidas, por su calidad, de toda Mallorca. Ahora, busca ampliar, pero las presiones a las cuales está sometido el suelo rústico son un limitante. ¿La última? Lo echan de una finca porque quieren instalar placas solares.
Antoni conducía camiones hasta el 2001, cuando cansado decidió emprender por su cuenta. Empezó con ovejas, aprovechando así unas tierras pobres y cultivando cereal. Enseguida se puso a buscar fincas, y tal cual las cogía, las daba de alta en ecológico. “En un principio fue por motivos económicos, pues tenerlo en ecológico, con la PAC, se notaba. Pero después ya no. Además, cuando empezábamos, los eco, recibíamos zapatazos por todos lados. Nos veían como hippies, era la mentalidad que teníamos aquí. A los dos o tres años de estar certificado pude ir a BIOFACH y abrí los ojos. Por el norte de Europa hace muchos años que lo tienen claro, aquí todavía no”.
Se hizo socio de la cooperativa Ecoilla y fue un cambio. “Compramos un puesto en el Mercado de Santa Catalina, con carnicería, y necesitábamos carne de cerdo. Yo acababa de empezar a criar alguno, y decidí dedicarme solo a eso”. Pero Can Ferrerico, la empresa que ahora tiene junto a su familia, empezó en una fiesta. “Mi hermano me comentó que unos amigos suyos querían hacer unas matanzas, como las hacíamos antiguamente”.
Y así hicieron las sobrasadas y las dejaron curando en su casa. Cuando fueron a probarlas, uno de ellos le preguntó si ese producto estaba en el mercado, y ante la negativa, no dudó: “¿Y por qué no lo montamos nosotros?”. Antoni no titubeó: “Solo puse una condición. Que era ese el producto que teníamos que hacer, exclusivamente ecológico”. Así empezó Can Ferrerico, matando veinte cerdos al año y repartiendo con coche particular la sobrasada. 11 años después, “matamos casi 400”.
Tienen el ciclo cerrado: “hago cereal, harina, tengo a las madres y lechones… Matamos entre 25 y 30 cada mes y Ecoilla tiene uno a la semana para la carnicería. Además de sobrasada, transformamos el resto de derivados: botifarrons, camallot y paté, que no lo podemos elaborar nosotros por cuestión de espacio, pero es todo de nuestros animales. Tienen dos tiendas en Palma y sobre todo, exportan a Cataluña, Madrid y todo el Levante, con algún cliente en Alemania.
Antoni tiene en mente una fábrica nueva, pero el gran problema es el acceso a la tierra: “si no te vienen de familia, es muy complicado.
Hasta ahora, más o menos encontrabas terrenos, pero entre los extranjeros que lo compran todo y los señores que han visto que esto de las placas solares da mucho dinero por alquiler… Aquí no hay nada que hacer”. De hecho, le echan de una finca para instalar una estación fotovoltaica. “El día 1 de enero empiezan las obras para montar placas solares. Es una finca en Santanyí y hace 10 o 11 años que la llevo. No había habido nunca un contrato, siempre de palabra y nunca tuvimos ningún problema. El señor faltó hace poco menos de un año, y las hijas estaban y están (porque tienen una cadena de hoteles) en Panamá. Cuando murió su padre querían conocerme, pero para que supiera que este tema ya estaba en marcha”.
Afirma conocer a muchos con este problema: “En la finca donde estoy se hará todo de una pieza, unas 35 ha. Y los vecinos, se pusieron en contacto con la misma empresa para ofrecerse, 50 ha más. En total ya son 85 ha juntas, de golpe. No creo que sea la última finca de la que me tiren por este motivo. Y si voy perdiendo fincas, no sé si tendré que reducir cerdos, o aumentar precios si quiero mantener la actividad”.
Sabe que podría buscar un abogado y, como mucho, recibir alguna indemnización. “Pero si hago eso y después busco otra finca, pensarán que si un día me tienen que echar tendrán problemas. Y yo no soy así”. Total, que entre las fincas que van vendiendo y este tema de las placas, “suma y sigue”. En su opinión, “creo que esto debería hacerse primero en otros lugares – polígonos, azoteas…- y no en tierra cultivada” pero también sabe que “el dinero manda y los productores no pueden hacer más”. “Si no interviene la administración, no hay nada que hacer”.
Por el momento, Antoni quiere pensar en dejar echa una fábrica nueva, a sus hijos, que serán su relevo. Algo que lo tenga todo: obrador, secadero, tienda y restaurante para degustar. Espera que los fondos europeos y el asesoramiento a la hora de rellenar los papeles, puedan contribuir a ello. De esto depende que Can Ferrerico continúe por muchas generaciones más, porque como dice: “realmente es una necesidad, pero sin una ayuda de este tipo no sé si lo podremos hacer.”
REVISTA Ae 49. “Incidencia Climática en los sistemas agroalimentarios”
Otoño 2022.
SUSCRIPCIÓN ANUAL
ISSN: 2172-3117 DL: V-2052-2010