El abandono reina de forma progresiva en la provincia de Ourense, tanto en sus áreas rurales como en sus tierras agrícolas. Y así ha ocurrido en Torneiros, un pueblo de poco más de una treintena de habitantes situado en el municipio de Allariz. Allí, como en tantos otros lugares de la provincia, las personas marcharon hacia las villas y ciudades y con ello, las pequeñas explotaciones del entorno se fueron perdiendo. Pero todavía queda vida: personas, iniciativas y proyectos que reviven territorios. Es el caso de Mª del Carmen Cid, ganadera ecológica, que junto a su socio Marcos Quintas, gestionan la SAT Torneiros, una finca que lleva dos décadas dedicada a la producción ecológica de leche. De hecho, es la única ganadería del pueblo y de las 3 restantes de la provincia, la única ecológica.
Mª Carmen estudió Económicas y Marcos Electromecánica, pero siempre conservaron el vínculo con las explotaciones de sus padres (creadas en 1989). Tanto que “decidimos apostar por vivir aquí y cuidar esto. Nos asociamos e hicimos nuestra propia marca de leche en 2013, la Ecoleia. Y siempre nos hemos ocupado de todo el proceso, desde la siembra de pastos para su alimentación a ordeñar las vacas, envasar su leche y venderla. Puede parecer mucho trabajo pero si te gusta, no lo es. Tengo calidad de vida y además, cuido el medio ambiente, la salud de las personas y también de los animales. Así que más que un trabajo, yo diría que es un modo de vida”. Ahora su ganado tiene 110 cabezas de vacas de la raza Frisona, entre las que hay vacas en producción, recría y secas, “y todas son recriadas aquí.” Y la leche que producen ronda el 3,72 de grasa, el 3,15 de proteína y menos de 110.000 células somáticas.
Respecto al manejo del ganado, señala que una de las dificultades a las que se enfrentan “es la superficie del terreno. Son fincas muy pequeñas. Para que se entienda: la más grande, es más pequeña que un tractor de tamaño medio”. Por ello, llevan trabajando para cerrar el entorno de la granja mucho tiempo, “es algo que ya comenzaron nuestros padres. Hay terrenos de pastos comunales y otros de propiedad privada que nos ceden (por ejemplo, personas jubiladas que no quieren que sus tierras, las que han trabajado toda la vida, se pierdan). Ahora, tenemos unas 20 ha alrededor de la granja pero conseguirlas, ha sido muy complicado”. El resto de la superficie que emplean se situa en otros concellos vecinos, en zonas de la antigua laguna de Antela. “Es un terreno muy particular, un arenal que cuando caen cuatro gotas se inunda”. Allí cultivan hierba para silo y para cortes en verde en primavera y “vamos probando distintas variedades”. Así pues, la mayoría de lo que comen las vacas “lo producimos nosotros: sembramos, recogemos, hacemos rulos… También hay otra parte que compramos de cereal ecológico, que dependiendo de la época del año que sea, los nutricionistas que nos asesoran hacen unas fórmulas u otras”.
Además de estas dificultades, el hecho de ser los únicos productores ecológicos en la provincia conlleva otra serie de desventajas: no hay ninguna asociación ni cooperativa en la provincia y esto significa que para disponer de cierta maquinaria tienes que hacer inversiones muy fuertes. Aquí no existe ningún servicio que puedas contratar para usar una máquina en ciertas temporadas, ni explotaciones con las que podamos compartirla”. Como ejemplo, Mª Carmen cuenta que les ha tocado “comprar maquinaria muy cara y que solo usamos dos veces al año”. Sin embargo, cuando se iniciaron en la comercialización, apostaron por su propia instalación para la pasteurización y el envasado de leche. Ahora venden una parte de su producción a la industria y un 20% “lo envasamos y vendemos nosotros mismos en varios lugares de la provincia de Orense. Distribuimos con una furgoneta a pequeñas tiendas (dos con máquina expendedora de leche), restauración (bares, restaurantes) y repostería (pastelerías y heladerías) y cualquiera que la pida”. Porque funciona bajo pedido.

Para Mª Carmen, los clientes más concienciados son “los mayores, que no entienden lo que significa ecológico pero sí entienden de salud, valoran la calidad y saben que el método de producción es más respetuoso”. Y cuenta una anécdota sobre un señor, de unos 80 años, que consume su leche y la adquiere en una de las tiendas. “El médico le dijo que era alérgico a la lactosa y él no concebia no poder tomar más leche en su vida. Cuando fuimos a la tienda, nos dijo que nuestra leche no le hacía daño ninguno y que ya sabía él que no era alérgico, porque nuestra leche, era leche de verdad”.
Más información sobre Ecoleia y su experiencia en https://www.ecoleia.com/ y redes sociales.
REVISTA AE 35. “Bio-Distritos / Eco-Regiones”.
Primavera 2019.
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